Pueblos pequeños y no tanto, los últimos de Cataluña y los primeros de Aragón, donde la gente habla catalán sin que nadie se asombre y con todo orgullo... Gente sana, maja, con gran vitalidad para moverse por sus calles empinadas, algunas con escaleras entre flores y verdes, que son una maravilla digna de fotografía. Sus iglesias antiguas, sus vinos, su requesón con miel, su todo a la brasa, su amabilidad… No me extraña que el Ebro os bese y nos llegue vuestro cariño a nuestra estimada tierra del Delta.
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