Vuela, vuela alto niña,
y cuando encuentres por los cielos
un bosque con abetos
visitados por la escarcha,
que purifica los espíritus,
te paras, te cobijas, te acomodas
bajo el techo de una rama protectora,
y me esperas, que me subo
a lomos de una brisa acelerada, casi viento,
y te alcanzo para volar de la mano
por los gloriosos amaneceres,
o por los atardeceres que te invitan
a contemplar la luna de los mares…
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