La vi con canto triste, con unos ojos que no bailan,
y un expresión entre fúnebre y resignada,
molesta y enfrentada con el mundo,
sola y triste, como la escuela en vacaciones.
La vi, como para ir al tinte de las transformaciones,
como con una sublime y notoria necesidad...
de un amanecer que la rocíe de color y de luz.
Era otra, o quizá yo era el de siempre,
por eso hablamos, hasta que nos escondió la luna,
y nos sorprendió otro día...
donde todo tenía otro tono, otro color.
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