Me acerqué cauto, discreto, lejano, indirecto,
como aquel llegado del frío en busca de un ambiente,
de un cobijo, en la paz de las sonrisas de la era.
Nada fue casual, sólo que vi una forma de proximidad,
un estar, un aparecer como caído en lluvia de diseño,
proclamando plenitud…
Me presencié en uno de los aros del círculo concéntrico,
con pretensión, sin pausa, de adentrarme...
en las esencias de tus proclamados aromas consentidos.
Me hice el ido, y me vi encontrado,
y bebí los efluvios de tus celeridades interiores,
y, en mis deambulares acelerados,
gocé del placer ondulado de las olas de la gloria plena.
Luego, empezó un no acabar…
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