No importa que el mar sea bravío,
ni las olas, con tintes de agravios
en desafío intempestivo,
yo me subo con arrojo en el barco
que perdió el miedo a los desafíos.
Navego con la cara altiva
por la cresta de las olas
que nunca me rieron la gracia
de mis osadas intemperies,
gritos de alma, soplos inequívocos
de motor acelerado.
En mi no hay bonanza tras la tempestad,
que nunca es calmada en mi,
la realización es la persistencia
por la cresta de las olas locas…
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