Es como un jinete sin caballo, un jardín sin flores,
una comida sin sal, una desolación, un vacío,
un patio donde no acuden ni las palomas,
unas porterías sin gol, una fuente sin agua,
un patio en silencio, sin griterío ni música,
ni discusión, ni roce, ni aprobación, ni desencanto,
ni aplomo, ni desdicha o esperanza.
Hoy me paseé por los afueras del patio del colegio del Serrallo
y dejé una lágrima, como hacía siempre,
en mi querido colegio de La Salle de Reus.
Una escuela sin niños, ahora solo quedan restos de sueños,
notas, goles, y aquellos ojitos que, posiblemente,
el próximo curso definirán su dirección inequívoca…
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