Se le acabó la edad de merecer,
dicen los que hablan con voces viperinas,
ya no le daban cancha ni acceso...
al derecho a completar su realización.
Se le pasaba el arroz...
como dirían por mi tierra,
se le enverdecían las patatas
y algunos blancos empezaban a florecer
por sus nobles sienes.
Pero tenía el alma joven,
de poeta de los tiempos y de los presentes,
y siempre hacía del ahora...
un canto de esperanza.
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