Dame un adelanto de sonrisa,
un principio de suspiro por mi,
un amago, una mueca de concordia,
una pista en el discurso intenso
de tus ojos amielados.
Sácame del descarrío y de los miedos,
ponme en un principio, en el regreso,
y en las aguas que te riegan.
Después, lánzame un rizo,
uno de tus azabaches
por donde se pierde la locura extrema,
en hogar de plenitud.
Pon en marcha tu lenguaje no verbal,
que yo saco mis pulpos ansiosos al sol,
y te columpio por mis delirios ancestrales.
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