Quedamos en la Calle del Pez,
porque allí el mar es más suave,
tranquilo y transparente.
Tú sales primero y te escondes
entre las algas invisibles,
y yo te llego exhausto y te busco
entre la espuma y la belleza.
Tú resurges cada tarde,
cual sirena de un mar del cielo.
No sé si es tu mano,
o más bien tu aleta dorsal
de sirena de todos los sueños,
pero, de la mano y despacio,
pisamos las olas
que lentas mueren en la arena,
después de regar...
las alegrías encontradas.
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