Cuando la veía, me temblaban las rodillas,
y se me aceleraba el palpiteo más vital,
y me sobraba el aire, y me faltaban hojas...
que armonizasen todos los ronroneos.
Cuando asomabas, como la luz al amanecer,
mi alma liberada salía al bosque de los cielos,
para ser brisa suave de todos tus reflejos...
Y en la noche te buscaba en la luna,
allá por los hilos que el sol te tejió, muy generoso,
y sólo con verte, los inventos se esfumaron,
los misterios pasearon otros lares, otros bares,
y los sueños, se fundieron en uno, en ti...
Después hubo un después, y un mejor hoy,
porque hoy, te he visto... y me tiemblan las rodillas.
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