Por aquí los pueblos te llevan a la paz de la aldea,
a las montañas cercanas, a las casas auténticas,
naturales, con sabor a proximidad y a hogar de paz.
Me enternece el balido de un corderito joven,
al que su madre responde con unos graves
de comprensión y amor del bueno.
Manadas tranquilas pastando, y en Jaca,
el padre de los pueblos de esos lares,
con sus museos repletos de historia
y sus calles y piscinas llenas de vida,
uno transcurre, con su buena Teresa,
por ese remanso de paz acogedor…
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