Me dijeron, después, a destiempo,
que la rica era la otra,
aquella altiva y envanecida,
además de imprudente y poco agraciada
pero le reían las desgracias,
porque las sandeces no dan...
ningún placer a los sentidos.
Pobre muchacha, sólo tenía dinero,
y deambulaba rodeada de codicia,
con toda la opacidad que eso provoca.
La belleza interior, sin pintura, es otra cosa,
la humildad, como aura de la pureza,
la juventud que se muestra...
a brotes espontáneos,
la mirada franca, el corazón abierto,
el alma noble y primeriza.
Se equivocaron, aquella criatura...
solo tenía padres con dinero.
Tú eras la riqueza auténtica, natural…
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