Ella pescaba anguilas con lombrices,
un cebo, parece ser, muy apetitoso.
Él le vio un tobillo, blanco,
altamente provocativo, porque...
imaginó unas rodillas redondas,
como principio de unas piernas
que ya visionaba y subiendo...
Ella pescó, le picó...
una anguila mordió la trampa,
y ya se le escapó la sonrisa,
y en las mejillas...
se le acentuaron los hoyuelos.
Él, que ya andaba perdido
por los abismos inconfesables,
se llenó de luz y le ayudó a sacar
la pieza y al corazón de su puño.
Después, como si nada,
se fueron charlando,
por el margen del desagüe,
donde habitan nuestros hados
especialistas en concordias...
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