Después de beberse mis vientos eufóricos,
la muchacha que inventó los ojos,
surcaba las nubes buscando, locuela,
donde depositar sus sueños
que tenía en reserva dorada.
Se proclamó lo posible y los misterios descansaron,
e hicieron jornada de puertas abiertas del todo,
se acabaron las miradas ladeadas,
que se escapaban de la incandescencia interminable.
Después de ser absorbido por entero...
por la delicia de sus fuegos,
la tarde huele a carne humana,
y el paseo a paz en paz,
después de la bebida y la absorción.
Saludos a mis amigos desde Pontevedra.
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