Poco me importa que no lluevan laureles,
cuando quien me celebra son las amapolas,
novias mías y del campo...
que se acercan a las calles del cercano pueblo,
y que se llevan los fuegos rojizos a las ciudades,
con avidez de rocío natural de mañana generosa.
No hago mucho caso de los mares azulados,
que tiñen de pasión los horizontes,
y que cobijan todas las esperanzas de las ninfas
que suspiran bajo el sol de verano fiel...
No me importa que la gente corra
en dirección opuesta a los encuentros,
porque siempre habrá una percusión...
que acelere los sentidos, con amor.
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