Saben aquello que uno sueña de la belleza del remanso de paz, con montañas pirenaicas muy verdes y un río nervioso y anchico, como dicen por aquí, sobre piedras redondicas, cantos rodados, aun sin mucho trote ni castigo…
Qué gozada acercarse y pasear despacio, masajeando los pies, y abriendo el alma a la Naturaleza. Les hablo de Biescas, preciosidad de ubicación, con maravilla de construcciones típicas de montaña y restaurantes para resarcir con creces a todos los aventureros. Evidentemente, no he subido a las sillas voladoras, pero la gente se ve muy feliz, mirando el paisaje y los preciosos ibones.
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