Cuántas veces me escondí detrás de una canción,
y escribí unos versos con tu música,
y me perdí entre ellos, en suspiros, sin visión.
Cuántas veces fui como el príncipe aburrido
y mi cenicienta se me iba antes de las doce…
Y escribí cartas en silencio y al sol,
y fui plato sin mesa ni servicio.
Cuántas veces jugué a no encontrarte
y me conformé con tus huellas y aromas,
y me inventé la escena y escribí el guión,
y, incluso en la dirección, era distante,
perdido en el nudo, sin desenlace…
Cuántas veces el fuego duerme en el alma,
amor que abrasa y ciega en luz,
cuántas veces ensayas despertares,
con sábado y sol y canario en trino…
y el verso se hace piedra en el poema,
y la música se escapa por las ideas,
y te fundes escondido en el no de las miserias.
Cuántas veces me cegaron sus ojos,
y me quedé en el cómo, sin el porqué,
sin fecha para el cuándo, ni fuerza.
Me quedé sin fondo, mirando sin ver,
como en jaula, el paso del destino…
Cuántas veces amamos las rosas,
sin dolernos los pinchos protectores.
Cuántas veces no nos enteramos
que las cerezas tienen hueso…
Cuántas veces dejamos pasar el tiempo…
…y otras cosas.
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