Me llegan los aromas del deseo,
ya huelo el campo y el barro,
inmensidad de verde intenso,
matas que se preñan de espiga
y la vida que vuelve feliz.
El pueblo despierta y ama
y, entre duros trabajos, contempla
la llanura inacabable del Delta.
El arroz come del adobo,
y ahora goza tranquilo un tiempito,
aguas que no corren, absorbe,
se alimenta y se ensancha.
Se quitan las hierbas intrusas,
y la gente va a ver su cosecha,
y mira que el agua entre y salga
en proporción y conserve el nivel,
y comprueba que haya paja suficiente…
ya se sabe, si hay paja, hay arroz,
y cruzan unos ánades de cuello verde,
y las ranas croan bienvenida,
y el caracol manzana se encarga,
como no, del cabreo del sufrido payés,
y algún cangrejo rojo, osado,
intrépido, perfora el margen
y el agua se escapa y desnivela…
Cosas del diario en Deltebre…
Pero a mi me llegan diáfanos
los aromas del deseo,
y huelo el campo verde,
y siento esperanza y recompensa…
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