Parece que la tierra tiembla y se arrasa,
y una salva de truenos anuncian terrores,
y por los oscuros tenebrosos sin alivios
se extasían los devoradores del averno…
El sadismo, cual serpiente sin ojos,
destroza lo que huelen sus cercas.
El avaro, insaciable de vicios,
recoge miserias cual oros vacíos.
La soberbia se cruje en sus lanas,
bebiendo desprecios, comiendo lujurias.
La ira, preñada de indignación y cólera,
malvive, sin ganar, las riendas de unos ojos saltones.
La envidia, propia del insuficiente,
que mira de reojo su falta de esfuerzo
y puede ser hasta sana, dicen…
La pereza, mi amiga de a veces,
cansina… por lo que no ha hecho,
reina en los sueños… del sueño.
El osado desleído y arrogante
que no tiene espejo ni vergüenza
y hace de su ceguera escarnio…
El fanfarrón que se cree ombligo,
centro y diana de lo justo y el aprecio
y, pasmado, ve que no le llegan los dardos
y es mofa y desconsideración de lo justo.
Los políticos que reciclan sobres en las nubes
para que lluevan en sus bolsillos paraíso…
Pecados nuestros… de cada día,
pecados que comen los devoradores del averno…
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