A veces somos tan retorcidos que nos embuclamos en una espiral que nos retorna a la imbecilidad inicial. Damos vueltas y más vueltas desde el timón de la razón, como aquella hoja a quien los vientos racheados hacen chocar contra las rocas, y ida golpea sin rumbo ni destino, sin calma ni norte. Cuántas veces nos pasamos de los fríos racionales a las fiebres que nos llegan del corazón… el conflicto se arma y es cruel. Es como cuando hablan de amor, como una sinrazón, siendo la mejor razón, o cuando yo intentaba explicar a los niños la diferencia entre aquello que nos gusta y aquello que nos conviene. Supongo que, en verdad, a todos nos gustaría ser un rey, pero de aquellos que gobiernan, así podríamos gobernarnos a nosotros mismos…
Una vez le dije a alguien: "¿Tú quieres mandar de mi, cuando de mi no mando ni yo?". Y de aquí, a los conceptos de lo estricto, del recato, del ejemplo y moraleja y de los principios extremos… Y de aquí, a la delicia de las normas no cumplidas, a deambular por los caminos adyacentes, transitar las laderas de lo prohibido… Todo calentamiento mental es nocivo, y la prudencia y la convicción nos resalta el carácter, aunque siempre nos darán lecciones de moral. A veces, nos comemos los sesos y con nuestro corazón se juega fácil, otras, matamos el sentimiento y deambulamos de cerebro autómata…
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