Siempre que llueve hay nubes,
pero no siempre que hay nubes llueve…
Lloramos porque estamos tristes
o estamos tristes porque lloramos…
Ser o no ser, he aquí el dilema…
Mi sonrisa es de aceptación total
o simplemente proclama mi inocencia…
Por tus doradas telas de araña,
encallo y aterrizo en seco,
como caído por los vacíos sin red,
salto mortal del trampolín equivocado…
Y el espejo me lo cuenta despacio,
los rictus acumulados en surcos,
que no hay jabón que los destense,
anchos pulmones por los llantos,
menos, patas de gallo delicadas,
aquellas que provocan las risas felices…
Caminos, senderos, de barcos y vuelos,
siempre con bifurcación y misterio,
teoría, saberes, penumbras, túnel,
con esperanza de luz cercana, posible…
La sandia me encanta y seduce,
me fascina… mi verdad en su sabor.
La sandía, siempre por abrir,
es tentación de rojos miel,
y a veces hiel y menos rojos…
Siempre que llueve hay nubes,
pero no siempre que hay nubes llueve…
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