Ella, andando con sus suavidades onduladas,
crujientes, al punto de dulces de leche.
Yo, con bici, aminoro la marcha,
por ella lo hace el viento aunque, como siempre,
alarga el cuello, nos cruzamos, en un despacio eterno,
y me bailo en su sonrisa de Gioconda,
donde los inciertos bucean por los misterios.
Hoy tocaba pierna, bella y generosa,
camisa a compás de preludios de esperanza,
pendientes que le juegan los ritmos…
Preciosa, como una muñeca de porcelana,
enriquecida por el sol de aquí,
cual ojos de Guadiana, desaparece
entre silencio y reflexión, y resurge,
como fuente en el desierto de los perdidos,
siempre sola, indefinida, cadencial.
Uno, que ya no liga ni las cartas, se dice:
"¡Madre mía!, si me coges sin Teresa te arrebato
y te llevo en mis vuelos sin luna,
donde las luces son propias y eternas".
Nuestra musa intrigante pasea sola,
como salida de un cuadro de majas,
se desliza entre miradas y respetos,
colecciona silencios discretos, represiones…
Un día le digo que se pare y la pinto
y, mientras, la escollera se queda sin aire…
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