dissabte, 7 de juny del 2014

Conocí un cordobés


En un principio no me terciaba un melenas aporreando una guitarra,
no era un adepto del zapateado y los quejidos no me sonaban a lamento…
El cuadro folclórico con bata de cola me sabía a vino y excesos,
así que os vendo ignorancia plena.
Pero uno tubo suerte, de siempre, conocí un cordobés de Granada,
sevillano de Jaén y Huelva, bañado de Málaga y Jerez
para saciar los secanos de Almería con la tacita de plata de Cádiz.
Él me habló del toro, cuadrado, con el que el torero alardea de valor,
y me contó de las vivencias gitanas, de los valores y las fuerzas de la sangre.
Él me contó de la verdad de sus escenas, la vigencia de sus llantos con grito…
y contemplé su danza y su ritmo, y vi mover sus manos habladoras,
y temblé con sus mensajes nítidos… y se me fueron los pies al baile
y el alma cabalgó con el sentido y me coroné en la explosión del sentimiento.
Me vestí de respeto y aprecié infinitos, y me bañé de luz por sus clásicos,
maravillas del cante hondo, puro, eterno,
ritmos de baile con alma y nervio y misterio…

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