Las ocho, despierto, las ranas quietas, los árboles se desperezan impávidos.
Ventana abierta esperando al sol, tibio, que te invita a la captura de emociones.
Día de bici y sudor, mar, placer, recompensa, si es que esto ya no es glorioso.
Ventana que, al principio de la noche, deja entrar los duendes para la reflexión
y, en la madrugada, las luces de la dicha entran por las ventanas abiertas de las mentes.
Y, después del día, uno se sienta en la puerta plácida de su casa,
sin esperar que pase cadáver o enemigo, sólo la vida,
con sus vagones blindados, y penetrar en el discurso no vivido,
en la esencia novedosa, en lo por vivir…
Ventanas y puertas… ¿por qué será que no me cuadran las cerradas?
Antes, muchos corazones e iglesias permanecían abiertas… ahora no,
nos encerramos y hacemos templo de la desconfianza y la sinrazón del hurto.
Puertas y ventanas, abiertas de par en par, que corra el aire,
que entren las musas y que los aires te faciliten los respiros…
Al final del día, uno hace recogida de lo sembrado y lo perdido, sin plantar…
Ventana, puerta, abre el alma, respira,
que corra el mejor aire enriquecido de inspiración…
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