Hoy he reparado en mi madre querida,
y las emociones, lúcidas, se arrodillan,
y los efluvios del alma burbujean
hacia los cielos donde habita…
La veo rodeada de aprendices,
pareando la Singer estrella,
cantando suspiros, compás de jóvenes.
De niño, me gustaban sus voces,
sus pareados con rima y con versos…
Encontraba bello el decir, cantaban…
La estrella era mi madre, cómo no,
la canción "El taller de bordados":
"Donde yo fui a trabajar, una tarde,
un torero su capote fue a bordar …
y yo, como era la más diestra,
me dijo la maestra que lo bordara yo,
unos bordados caprichosos,
dibujos amorosos mi mano allí trazó,
y pasó que aquel torero fue de quien me enamoré".
Las alumnas escuchaban boquiabiertas
y yo hurgaba por entre los versos y bellos decires,
por la gracia de mi madre.
Bella escena, trabajo y alegría,
casa llena, ritmo, niño expectante…
Intuía, mi madre era importante,
cosía, probaba, ponía a punto,
diseñaba, tenía el arte de poner al cuerpo
el hábito adecuado, a la medida justa,
y además se respiraba encanto y orden.
Era todo un taller de bordados... y de ilusiones.
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