Cervantes, Don Miguel, se lamentaba porque decía no tener la gracia del poeta, aquella que no quiso darle el cielo, aunque después su obra fuera pura poesía. Mi padre, a veces, salía por espontáneas recitaciones: "Por entre unas matas seguidos de perros, no diré corría, volaba, un conejo". También algún trozo de la Canción del Pirata: "La luna en el mar riela y en la loma gime el viento". Mi maestro favorito, el que me preparó para el ingreso al bachillerato, reservaba los sábados para hacer zafarrancho (limpieza de las aulas) y recitar poesías que, previamente, habíamos aprendido.
Mi profesora de Literatura, me hablaba del arte y de los artistas en el decir, y yo me extasiaba en el concierto de los buenos contares y cantares. Mi madre, haciendo escuela, taller de bordados y confección, cantaba a la jaca que a galope cortaba el viento, y por la ventana hacían calle los bellos trinos que conformaban más bellos los esfuerzos del deber. Y uno se pregunta por qué se intenta con el poema, por qué se mide con el verso y el trino, por qué se goza e interesa, y se aprende, se pierde y se encuentra, en el mundo poético… Quizás los ejemplos cercanos y, como Cervantes, la gracia que no quiso darme el cielo me atraen hacia lo desconocido y me extasía y me llena: pequeñeces.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada