Mi abuela me hablaba del lenguaje de los abanicos, de las caídas de ojos, por aquello del pudor… o por todo lo contrario, una invitación a proseguir. Mi madre me contaba que, en el baile, cuando no quería que alguien la sacara a compartir la pieza, se lo notaba en la cara, mientras que cuando se acercaba, rumboso, mi futuro padre, se encendía el cielo y de su corazón salía el mejor ademán de bienvenida. Será que a la verdad le gusta el misterio, por lo menos jugar entre sonrisas. Ya se sabe que nos presentan en flechazo, el ciego Cupido, tremendo y trasto él, hace del amor verdad un gemido inquieto que igual vence en minoría romántica que sucumbe en la sinrazón inesperada…
Siempre hago una loa a la aceptación. A veces, el halago y la bienvenida no debilitan, y te gusta el aplauso y hasta el laurel. Piensas, diría que el mundo mundial, que el principio más profundo del ser humano es el anhelo de ser amado… Esta frase de William James, gran verdad, nos acompaña siempre pese a los disimulos. Recordando la historia desde el presente, uno piensa que no evolucionamos… Abanicos, caídas de ojos, pañuelos que caen, celulares, tablets, WhatsApp, etc., total para que el ascua se arrime a la sardina y la espada entre en la vaina acogedora…
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