Nunca les hablé de los ápices de la fragua de Vulcano,
ni les doré de platinos las verdades diarias,
y los circulé por sus terrenos conocidos…
hablándoles de las mariquitas moteadas,
aquellas que comen pulgones, glotonas,
y sustituyen a los insecticidas, venenosos.
Otro día me lucí con la pitón del zoo,
a la que sorprendí dilatando mandíbulas
para tragar media cabeza de cerdo…
Mis alumnos me escuchaban boquiabiertos
y yo me sentía un viejo zorro de bosque,
y ellos abrían la boca y tragaban,
hasta el cerebro, todo lo inesperado.
Total porque estaban nerviosos por la lluvia
y lo que tocaba y procedía, después,
eran materias espesas que no gustan…
A veces, te sientes profesor contemplando
que tu acierto ha calmado la plaza,
y te miran ávidos, insaciables de saber,
y tu te recreas en la suerte, que es su gloria.
Se llama captar la atención, con método…
me gustaba hacerlo, lo preparaba, lo disfrutaba feliz.
No era tan bueno cuando pretendía
que llegaran a la verdad con mis pistas…
es aquello que llaman constructivismo.
Bien, hoy recuerdo a mis alumnos, sus ojos,
sus bocas abiertas… escuchándome.
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