¿Por qué será que no me gustan los floreros con flores,
las iglesias muy cargadas, los jardines muy cortados,
las coronas funerarias, o las de laurel de reconocimiento?
Ya saben, la rosa en el rosal...
como proclamación y lúcida realización de la especie.
El jazmín a vistas del abuelo para que se impregne
del valor aromático de la permanencia vital y generosa.
El clavel en maceta de ventana, para que el amante que te ronda
te acerque a oler las más sanas intenciones de juventud.
Y allá las margaritas, que ya hay de colores,
para enseñar que las hermosas son las blancas.
Y en aquel rincón, la prudencia hecha flor, las violetas,
ellas tienen ángel en su famosa y espectacular modestia lila…
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