Afortunadamente en la plaza de toros de Tarragona ya no se realizan lamentables espectáculos taurinos, lo que me reafirma en que siempre es posible un mundo mejor. Hoy me he parado en una de sus puertas, que ya no abre con tanta frecuencia, y he contemplado una edificante y conmovedora escena. En el suelo había unas afiladas hojas de pino secas y una paloma las iba recogiendo, una a una, y las llevaba a la parte superior de la puerta. Lo hacía con parsimonia, pero sin parar, y sin importarle que la estaba mirando, a unos tres metros de distancia. Hacía nido, montaba vida, en un escenario donde no hace mucho, sólo había muerte inaceptable…
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