La Lucca sabía que yo estaba triste, se me acercaba, casi sin verla me subía a las rodillas, o me ponía sus patitas encima, lanzaba un sonido lastimero, como reclamando atención. Se me cruzó por la cabeza, sentarla a la mesa y ponerle un babero, pero fui a buscarle su plato, le puse su comida preferida, unas croquetas de pollo, y se lo puse al lado de mi silla, en el comedor, y allí, en unos momentos se puso a comer, como nosotros, o con nosotros para ser más exacto. Un amor de perrita, inteligente, bondadosa, con sentimiento total…
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