Ya se durmió, para eso fueron necesarios más de un bailecito acompasado, un viaje en cochecito por los adoquines, y a veces hasta una vuelta en coche por las calles vacías de la ciudad. Pero todo se daba por bien empleado, ver aquella carita, pura delicia, descansando, después de mostrar una vitalidad ilimitada, te llevaba a la emoción. Son momentos... verlo comer, verlo dormir, verlo crecer... es inolvidable, es el milagro de la vida, y sólo los padres, los dos, podemos gozarlo en toda su extensión porque, además, lo sentimos intensamente.
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