Nunca pensé en hacerme el gracioso,
el encontradizo, el mendigo de una sonrisa.
Nunca pensé en ser la sombra de nadie,
ni el poseedor de una obsesión,
tampoco jamás me vi tan vulnerable, tan asequible,
tan dado a seguir los zumbidos de un corazón imparable.
Nunca pensé en poner esa cara, en hacerte monotema,
en comerte a todas horas, y en la sed, beberte gota a gota,
como gotas de rocío que caen de los pétalos de las rosas blancas.
No, no sé si estaba enamorado,
pero tenía los síntomas, que hay que tener…
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