Último día de curso, toca el timbre, euforia, todo el mundo parece contento, verano, vacaciones… Me recuerdo con un profundo nudo en la garganta, como si en aquel momento perdiese algo mío, algo que había intentado cuidar con mis mejores deseos. Después de unos días, ya me pasaba un poco, y quedaba a la espera de la nueva hornada de alumnos, a la que me entregaba con mis mejores propósitos de servicio y ayuda. También recuerdo que, si alguna vez tuve algún problema, fue por exceso de celo... y lo sentí.
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