Y me sentaré en la chimenea para escuchar al violinista en el tejado,
el chapoteo de la fuente cercana aminorará su caudal musical,
y la luna se vestirá de sol mientras el cóndor pasará...
como una estrella fugaz, que aplaude la noche.
Bajaré del tejado con las dulces sensaciones musicales,
y empezaré a pensar en el confort de las musas de los bosques,
tan cercanas al mar... que huelen a sal.
Cuanto me gustas amiga imaginación, contigo vuelo por tejados y playas,
por los infinitos azules o por los verdes de los bosques,
donde habitan las inspiraciones a las que aspiramos los poetas…
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