Para ti, yo siempre tenía razón,
incluso, sobretodo, cuando no la tenía...
Tú aconsejabas a las dudas,
tú dabas consenso al desajuste,
y buscabas razones de justificación.
Tú, eras mi amiga y lo sabías todo,
lo sabías todo de mi...
y eras una continuación de mi nobleza,
y tenías claro, muy diáfano,
que en cualquier presencia de malicia,
no era yo ni sujeto ni inventor...
Tú eras mi otro yo de apoyo,
como una especie de luz, un aclarado,
un hálito amigo donde respiran las dudas.
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