La vi cruzar la plaza, altiva,
de brazos abiertos, lanzados,
melena al viento, en alegres ondulados,
taconeando el asfalto, decidida,
parecía saber dónde iba,
a piño fijo, cabeza desafiante...
Él venía, despacio, cabizbajo,
manos en los bolsillos,
como aquel que llega tarde y va sin prisa,
porque sabe que van a ir a por él...
El encuentro es tragicómico,
parece que ella le despierta, muy activa,
el paciente y resignado, asiente...
y después del llanto compartido,
aparece un abrazo que repara y revive,
finalmente, aquí paz y después gloria…
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