Como para pararse y mirarla...
ver que pasa lenta y que da tiempo
de contemplar sus verdes ojos claros,
su piel sedosa y rubia en fuegos,
sus melenas de oro a rizos,
acariciando su rostro puesto en luz,
al compás de una brisa que no duele...
Boquiabiertos la vemos pisar asfalto,
y lo hace con gracia y propiedad,
aunque, ni las ninfas, ni las sirenas,
ni las musas o diosas, son de urbe...
Ella viene del fondo del océano,
donde habitan los mares con bosque.
Ella es una mariposa entre las flores,
que se perdió por la calle de los olvidos.
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