Cuando uno escucha la palabra violencia, le suena a despropósito, a inhibición de los más elementales sentidos racionales, que conlleva a que se ponga en acción la bestia que parece ser llevamos escondida por alguna parte. Si la violencia es de género, la sinrazón alcanza cuotas de sensibilidad extrema, todas dignas de estudio y compasión. No se puede juzgar a la ligera y habría que atacar los problemas en la raíz y, sobretodo, haciendo hincapié en la violencia psicológica, que muchas veces queda opaca y sólo nos apercibimos después, con sus nefastas consecuencias. Nombrar, como no, la violencia que genera la dependencia económica y el qué dirán social que nos vendieron las ideologías de malformación. Pienso, como ya les comenté, que hay que ser metódico y previsor, así que les recuerdo algunas frases que, a pesar de estar muy sabidas, conviene que nunca perdamos de vista:
Que te griten, es violencia.
Que te insulten, es violencia.
Que te controlen, es violencia.
Que te vigilen, es violencia.
Que te digan con quien puedes hablar,
y con quien no, es violencia.
Que tengan algún contacto físico contigo,
que no deseas, es violencia.
Que te sientas obligado u obligada
a realizar actos que no quieres, es violencia.
Que te hagan creer que no puedes,
que no llegas... es violencia.
¡No permitas que nadie...
sea violento o violenta contigo!
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