¡Hola madre! Hoy, como ayer y como siempre,
y en todos los siempre de pasados y futuros,
es tu día, pero yo, con perdón, no tengo un día, simplemente te recuerdo...
por tus sembrados entrañables, de bondad pura y amor sin medida.
Yo amanezco cada día siguiendo tus sendas marcadas a fuego,
imborrables, por lo profundo, por lo sensato y por lo sentido y entregado...
Me paro y huelo a camino, y oigo voces de consejo y de consenso...
Continuo y me empujas con finos toques de magia materna, fuerza y sentido,
orden, luz... y me sonríes cada logro en libertad, y alguna vez...
te pone triste mi silencio, y otras aplaudes mis verdades, aquellas que mamé de ti.
¡Hola madre! Contigo, cada día es un poema con música,
y con él fuiste dejando la vida, en trabajo y presencia, para aquel niño,
que el amor y mi padre hicieron contigo, tú le bordaste los entornos,
dejando los espacios de realidad muy penetrables,
para que siempre pudiera ver qué hay más allá de tus consejos,
y también con qué insuficiencia te quedas si no los sigues.
¡Hola madre! Estoy dando una vuelta por los pueblos pequeños del Maestrazgo,
y en cada horizonte encontrado, entre los verdes y los cielos,
te veo, y lo hago cuando se marcha la luna, y te veo ahora, aquí...
con mi hijo, tu nieto, y mi mujer, nuestro ángel...
Te veo siempre madre... aunque hoy, dicen, es tu día.
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