La miré como siempre, como a todas,
por porciones, de abajo a arriba,
y, al llegar a los ojos, me paré,
y me vi ávido en aquel espejo verde...
no importó el mareo de sus curvas,
llegué cuerdo al asombro de la luz...
Después del baño verde en claros,
oí el temblor de los rojos carnosos,
en sus labios siempre impacientes...
Mientras, sus pechos miraban al cielo,
y sus caderas, más que montañas onduladas,
eran olas de brisa traviesa,
de aquellas que nos regala...
el mes de mayo y de las flores.
Al fin, la miré como nunca,
de arriba a abajo, lentamente,
sin prisa, sin pausa…
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada