Vaya hombre... por una vez que regala una caída de ojos,
yo no estaba al quite, no la pesqué en vuelo,
como mandan los cánones del que espera presto y dispuesto.
Luego vino el otro después, que fue simpático,
y le dije que fui suelo de brazos abiertos,
que fue la falta de costumbre, que no se perdieron en ningún olvido,
y que los contemplé como un toque de campanas,
bendiciendo mi regeneración… tus ojos, estrellas azules.
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