Un café con leche, caliente, descafeinado de sobre y con sacarina, leche desnatada, por supuesto. El camarero, un señor mayor, de esos que siempre me parecen más mayores que yo, se me queda mirando como diciendo… qué manera de desgraciar un café con leche, y además sin el croissant, que era imprescindible y necesario. Pues eso, llega el tiempo en el que fenecemos, así cuando morimos descansamos, dijo el poeta en sus famosísimas coplas…
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