Mi padre, a veces se arrancaba recitando algún trocito que aprendió en su escuela: ”Las brisas suaves de un mayo florido, que mecen las aves canoras del nido…”. La cosa acababa diciendo: ”No, pues, de otro modo lo hagáis, hijos míos, si un día os tentara la murmuración”. Mi padre, pura ternura él, un hombre bueno, un corazón noble que amaba la poesía, casi en secreto, pero a mi, alguna vez, me recitó algún poema que me hizo vibrar de emoción…
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