La conversación siempre es profunda, siempre distendida, compartida, amena, de puro conocimiento entre los interlocutores. Ayer íbamos paseando con mi hijo, y yo me quedé mirando a mi mujer y me puse a reír, sin más palabra ni comentario… Su pelo recién cortado, su cara de satisfacción platicando con su hijo, lo de siempre, feliz de ver feliz. Hoy en casa, sentado en mi butaca para hablar con los teclados, Teresa me mira y se ríe, estaba estirado y risueño, después de dejar el móvil y hablar con la familia y los amigos. Ella vio mi relax, mi espacio de satisfacción que, como siempre, compartió con nuestros habituales silencios más musicales. Hermoso, cuando la convivencia va más allá de la palabra y el estar, el comprender y el vivir se convierte en una paz a dos que es verdad, tanto en vuelo como en nido... se llama amor, un gran amor.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada