Una voz amiga, una mirada,
una mano cerca, una palabra,
la sangre que brota en familia,
o también un muy cierto afecto
que brota en amistad sincera.
Rodeado de los tuyos,
los próximos, los de siempre,
los que te alivian con su aliento...
que huele a paz y a aprecio,
a desinterés y sana estima.
No hay que pedir permiso para decir,
ni guardar la compostura,
ni pelotear, ni estar en guardia.
Feliz aquel que goza del afecto de los suyos
y obra en consecuencia, goza el bienestar...
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