Un día pendiente y ávido de mirada y sonrisa,
y otro... sin pendiente y seco,
con aquella soledad que no acompaña,
con aquella actitud que no covence,
con aquel proceder que te margina
y te mece en los columpios de la insatisfacción.
Y en el tercer día resucité, como aquel aprendiz de Jesús,
y tomé la iniciativa en sonrisa fina, en mirada dulce,
y el mar hizo el resto… y la luna remató.
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