Y después de la rosa, roja esta vez,
capullo con mucho que mostrar aún
y una verde espiga repleta de esperanzas,
en la perpetuidad de lo cotidiano,
llega el día después donde la rosa eres tú,
el aroma de paz y bien,
donde se disuelven los entuertos,
aquel oxígeno de hoja cálida
que purifica las avideces más osadas,
aquella conducta noble de bases lógicas
que siempre te llevan por lo razonable...
o por lo comprensible que puede ser el amor.
Uno concluye que contigo no hay tiempos verbales,
el hoy es un ayer, y el mañana un hoy,
donde cualquier tiempo pasado no fue mejor,
sino igual, espléndidamente igual…
Y este es mi canto a Teresa...
de este venerado “Sant Jordi”.
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