El agua va dejando minúsculas bahías en las rocas, incluso algún montículo con pretensión de isla y, bordeando la costa, un surtido de escaleras más o menos naturales, más bien menos, te acercan a un bar musical, como surgido del interior de la montaña, con vistas privilegiadas al mar, donde por el triple del precio normal, puedes tomar un refresco en plan sibarita y tal… Llegamos y lo gozamos, pero uno ya se empieza a cuestionar dejar los llanos, pese a las tentaciones...
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