Sin más compañía que el lucero del alba,
el tropel de los que practican los saltos de matas,
me fundo en la noche y me la bebo,
mientras contemplo un café cargado, humeante,
y me apunto a hacer círculos con el humo,
como solía hacer cuando fumaba,
viendo que las ideas fluyan por sus centros.
Luego escribo y, a veces, les gusta,
y me siento como bien…
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